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lunes, 20 de febrero de 2017

Leopardo: Prólogo

Hola, debido a que este blog aún no puede usarse (se usará después de publicar el libro de Los Imperiales... aunque para ese camino aún queda mucho) pondré los inicios de los libros que se publicarán próximamente (cuando tenga dinero y tiempo). Así que, para que la espera no se os haga larga, publicaré los prólogos de los libros. Tened en cuenta que muchos de estos prólogos pueden cambiar un poco en las ediciones porque algunos libros aún no están terminados y mucho menos corregidos del todo. Gracias por vuestra atención y os dejo con la introducción a Leopardo.

JOHN

Todos le hacían la misma pregunta, ni tan siquiera él encontraba la respuesta. Lo único que sabía era que se llamaba John Master, tenía veinte años y tan solo él y tres amigos sabían quién era. Si a eso le añadías que su peor enemigo también iba a la universidad como él e incluso a la misma clase, entonces no sabía lo que le deparaba.
Estaba enamorado de una chica que no iba a su universidad.
Se llamaba Elizabeth y era la hija de una familia la cual estaban en guerra con sus padres. Vivian al otro lado de la acera; tiempo atrás no llegaba a entender la disputa entre ellos, pero tan solo un par de horas antes de hallarse en esa azotea descubrió la verdadera razón.
Lo que más le gustaban eran los félidos, estudiaba para veterinaria y era capaz de inventar cosas con su mente prodigiosa, también era capaz de calcular cifras muy altas en cuestión de segundos, por lo demás era un chico normal. Se metían con él solo por ser algo tímido. Procuraba no meterse con nadie, pero los demás debían ver en él un objetivo para sus burlas. Ahora estaba allí, en la  azotea de uno de los edificios más emblemáticos de aquella enorme ciudad, a la espera de escuchar algún sonido que le dijese que alguien necesitaba ayuda.
Pronto las sirenas de la policía inundaron sus oídos. Saltó de un edificio a otro siguiéndolos. Su traje amarillo anaranjado con manchas negras estaba ajustado dejando ver sus abdominales y los músculos. En la cabeza llevaba puesta una máscara en forma de leopardo que solo dejaba al descubierto nariz, boca y ojos. Era un héroe.
Se acercó sigilosamente como un leopardo, vio a la policía detenerse en medio de una calle y como apuntaban a la puerta de un banco. Uno de ellos habló por el megáfono que tenía.
-¡Salgan con las manos en alto! ¡No lo volveré a repetir!
Uno de los atracadores se asomó un  poco, apuntando con una pistola a un rehén en la sien. Su rostro lo tapaba con un pasamontañas.
-¡Haced caso a nuestras peticiones o juro que matamos a todos!
John saltó al otro lado y rezaba porque hubiese una entrada que pillara a los asaltantes por sorpresa.
Vio un conducto de ventilación y se metió por él.
Su complexión de leopardo le facilitaba la entrada por el conducto. Como dicho animal, fue a toda la velocidad que sus poderes le dejaban por los tubos.
Entonces llegó a la zona donde estaban dichos atracadores. A pesar de estar oscuro vio el interior gracias a su vista nocturna que le otorgaban sus poderes felinos.
Analizó la zona, había tres en la sala que observaba a través de la rejilla del conducto desconociendo si en los otros despachos se hallaban otros delincuentes, se quedó para analizar la situación. Cerró los ojos y se puso a escuchar.
Poseía la habilidad de percibir a grandes distancias los sonidos y de oler hasta el miedo de la gente, un poder que había descubierto escasamente hacía una hora.
Terminó e hizo un diagnóstico. “Hay tres en esta sala, dos en el despacho del director y otros tres dentro de la caja fuerte”
Una vez que lo tuvo claro, lo primero que hizo fue ir directo a la caja fuerte, eran los que más alejados se encontraban.
Miró  a través de la rejilla y escuchó voces, al salir cayó silenciosamente al suelo.
Los descubrió cogiendo el dinero y metiéndolo en sacos grandes. Se movió rápido hasta una esquina para que no le viesen.
-Estúpido Carl-manifestó uno de ellos-. Por su culpa nos van a meter más años en la cárcel si nos pillan, hemos herido a un hombre y eso que dijimos que nada de disparos.
-¡Calla! No seamos pesimistas, no nos van a cazar, para cuando quieran hacerlo estaremos en Ciudad Hímer disfrutando de sus playas rodeados de chicas en bikini-contestó el más alto.
-Si, Esteban tiene razón, nunca nos cazaran-formuló el tercero, su voz revelaba que era una mujer.
-Y decidme ¿En vuestros planes estoy yo?
Los ladrones se giraron asustados, ante ellos estaban viendo a un hombre vestido con una camiseta ajustada con manchas negras y lo demás de un color amarillo anaranjado, pantalones oscuros con un cinturón en el que había una hebilla hexagonal con el dibujo de un leopardo, estaba enmascarado y sus ojos verdes acristalados intimidaban.
-¿Quién eres tú?-Preguntó el chico más alto apuntándole con una pistola.
-¿No me conoces? Juguemos a un juego, si aciertas te llevas un millón, si no te las tendrás que ver conmigo.
-Un momento-exclamó el otro individuo-. Tú eres ese que aparece en distintos medios de comunicación, si ¿Cómo es que te llaman?-Chasqueó los dedos- ¡Leopardo! Así es como te llaman.
-¡Has acertado! Pero a que no adivináis qué-dijo jocoso-no podéis llevaros el millón, mucho me temo que este dinero no es vuestro.
-¿Por qué llevarme un millón si puedo llevarme todo?
Empezó a disparar pero Leopardo era más rápido; sin saber cómo, desapareció.
Los atracadores apuntaron a todas partes esperando verle, no llegaban a comprender cómo había logrado ocultarse en una sala donde era imposible hacerlo. Escucharon como el rasguño de unas uñas contra el metal. Miraron arriba que es de donde procedía el ruido y allí se ubicaba, agarrado al techo con sus garras.
Saltó con la cabeza por delante y, como si de una pelota se tratase, tras una gran pirueta le profirió una patada a la altura del pecho al más alto que le lanzó contra las estanterías provocando una lluvia de billetes.
El tiempo para él se ralentizaba, cada dos pasos suyos eran ocho para una persona normal y corriente es por eso que el otro ladrón no tuvo tiempo ni de apretar el gatillo de su arma, le golpeó en el pecho con la mano abierta y este salió despedido.
Tan solo le quedaba un objetivo, la mujer. La desarmó de un solo zarpazo, ella se quedó de pie pasmada por la velocidad con la que había sucedido todo, ella rogó por su vida, lloraba mientras la cogía con una sola mano y la arrojaba contra el techo de la cámara no demasiado fuerte, lo justo como para que perdiese el conocimiento.
Una vez se encargó de esos tres, sacó de su cinturón una cuerda que parecía una cola de leopardo, una correa resistente y que creó su mejor amigo. En cuanto los dejo atados volvió a su cometido. Con sigilo volvió a adentrarse en las entrañas del banco y esperó allí hasta que alguien apareciese, los disparos debieron alertarles.
En cuestión de segundos uno de ellos se asomó, este llevaba una escopeta. Sin darle tiempo siquiera a respirar se lanzó sobre él, no le llevó demasiado tiempo deshacerse del asaltante. De nuevo se metió en los conductos y en esta ocasión fue hacia el despacho del director desde donde provenían tres voces, una de ellas era apenas un susurro.
Contempló en silencio el panorama.
Uno de los hombres se encontraba sentado en la silla del director con una recortada apoyada sobre su hombro y las dos piernas cruzadas sobre la mesa mientras que el otro se encontraba nervioso con una gasa manchada de sangre taponando la herida de un hombre que estaba un tanto pálido. John supuso que se trataba del director y del cual estaban hablando los asaltantes a los que se había enfrentado.
-Déjale que se muera-dijo el que estaba sentado, sus palabras denotaban frustración-nos roban y encima tenemos que tener piedad de ellos, deja de taponarle la herida.
-¡Cállate Samuel! Si voy a la cárcel lo haré por robo, no pienso ir por asesinato.
Samuel se levantó y fue a por su compañero, le cogió por el pelo, le levantó y le estampó contra la puerta apuntándole con el arma bajo la barbilla.
-Dime ¿Por qué íbamos a ir a la cárcel? ¿Acaso te vas a chivar tú?
-Él no, pero yo si.
Samuel se giró pero antes de poder verle Leopardo cogió la cabeza de los dos y las golpeó, la colisión hizo que ambos se desvanecieran. Después se agachó a comprobar si el director estaba bien; este le miró.
-¿Quién eres? ¿Vienes a terminar la tarea que esos no consiguieron acabar?-Dijo él ojeando de refilón a los dos hombres inconscientes.
-No, vengo a ayudarles, soy Leopardo ¿Esta bien?
-He perdido mucha sangre, no creo que aguante mucho más.
-Me encargaré de ellos, se arrepentirán de haberle hecho esto.
Salió por la puerta en silencio directo hasta la sala llena de rehenes, vio a uno de ellos, se puso a cuatro patas y empezó a correr para después dar un salto de 6 metros (aunque podía saltar más) para caer encima justo frente a uno de ellos. Este se vio sorprendido por lo que para él fue una simple sombra; John le golpeó con la palma de su mano en la frente para evitar que pudiera volver a levantarse.
Sacó sus zarpas y saltó hasta el techo para moverse por él con gracilidad, -así es como se deben sentir los leopardos a la hora de cazar- Pensó John. Aprovechó que el jefe de la banda (supuso que lo era por ser el que tenía a la rehén) estaba mirando hacia la puerta y el otro estaba detrás, se soltó del techo y le propinó un puñetazo que le dejó inconsciente. Se acercó por la espalda al atracador pero este se giró al notar algo raro, fue cuando vio al hombre leopardo.
-¡Quieto o la vuelo la cabeza!
-¿Y que ganas con eso? Los que estaban robando el dinero y los otros cuatro están K.O. No tienes escapatoria amigo.
-¡No soy tu amigo!-Cargó la pistola e iba a apretar el gatillo; pero para John aquello pasó muy lento.
Con una velocidad que pocos tenían a su alcance, John sacó de su cinturón una cola látigo que lanzó contra el arma, se enrolló en esta y se la quitó de las manos de un solo tirón que casi arranca su mano, después volvió a lanzarlo contra el cuello del ladrón. Volvió a dar otro tirón aunque este fue más suave para evitar que la rehén cayese de bruces contra el suelo. Trastabilló lo suficiente como para que él se lanzase rápidamente a por la señora que finalmente pareció tropezar. Aprovechó que la cogió del hombro para elevarse un tanto del suelo y soltar una patada al jefe que le mandó a través del cristal de la entrada rodando escaleras abajo y cayendo a los pies justo del comisario al mando magullado y con heridas provocadas por pequeños cortes de cristal.
John se quedó de pie observando como el agente de policía sonreía mientras mandaba a sus hombres a arrestarle.
Todos los rehenes se levantaron y le aplaudieron. John no se sintió satisfecho, no había controlado su fuerza, podía haber matado a esa persona. No se reconocía, empezaba a pensar que la verdadera amenaza era él mismo.
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Los rehenes salieron con John como líder, se quedó a un lado de la puerta viendo como estos salían para ser atendidos por los servicios médicos y así se aseguraba que ninguno de los asaltantes saliese sin enterarse él de que eso ocurriese así, no creía que pudiesen liberarse pero por si acaso se aseguró.
-Me…me ha lanzado como si fuese un saco de patatas…-balbuceaba el jefe de la banda.
-Si, ya lo sabemos, lo hemos visto-comentó el policía que agachaba su cabeza para meterle en el coche.
-Gracias Leopardo, las cosas estaban muy mal.
-Para eso estoy aquí, para haceros el trabajo más fácil.
En ese momento sonó en un receptor de la policía una emergencia.
-A todas las unidades, Guepardo esta destruyendo la Avenida de Maise, necesitamos refuerzos.
El policía se giró para advertir a Leopardo de ello pero él ya se encontraba trepando y saltando con una agilidad impresionante de un edificio a otro hasta que se perdió en la noche, se dirigía hacia ese lugar. Fue entonces  cuando se preguntó cómo habría conseguido tan extraordinarios poderes, unos que él deseaba con toda su alma.

2 comentarios:

 

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Óscar Navarro Zafra

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No cuenta su pasado, tampoco su futuro, tan solo cuenta su presente. Salva a las personas sin pedir nada a cambio pero una niña que aparece en sus sueños le cambia la vida. Embarcate en la guerra entre magos y humanos con Caven, un mago salido de Kínua, Kevin un inventor millonario y Marie, la doncella de la casa. Tambien vive la magia oscura de Alex, las vilguerías de Espadachín y la malvada Arcoiris Negro que tiene un pasado muy oscuro.